
Miro por la ventana y hace sol. Me pongo la chaqueta y preparo el caso. Abro la puerta del parquing mientras me ajusto los guantes. Arranco el motor. Salgo al frescor de la marcha y mi cabeza empieza a discurrir entre pensamientos del pasado, del presente y del futuro. Al fin y al cabo esa es la magia del casco.
La moto me da la posibilidad de distanciarme de los problemas y de las aburridas rutinas diarias con las que lidiamos todos.
A día de hoy, han sido muchos los kilómetros recorridos, los países visitados, la gente descubierta y las experiencias vividas encima de una moto. Son tantas cosas que a veces uno se pregunta que tiene esto de especial para que me lo pase tan bien, pues son tantos los inconvenientes de viajar en moto que a veces me pregunto porque lo hago.
- ¿Por qué me subo a un vehículo de 2 ruedas pudiendo hacerlo en uno de 4, mucho más cómodo y seguro?
- ¿Por qué viajo lejos, dejando aparcados durante una temporada a familiares, amigos, reuniones y fiestas para sortear lluvias, ventiscas y frío?
- ¿Qué me impulsa a viajar en moto por el mundo?
- Y sobretodo ¿por qué sigo haciéndolo una y otra vez?
Estas preguntas me rondan la cabeza desde que empecé, a principios de los 90, a recorrer carreteras y a descubrir paisajes y gentes en moto.
He de confesar que, como muchos, empecé en estas cosas de viajar en moto cuando era joven y descubrí que moverme en moto era barato y ágil. Lo encontré un medio de transporte capaz de llevarme, durante los meses de verano, al mismísimo pie de cualquier playa. Me permitía desplazarme rápidamente por la ciudad en la que residía y hacia que quedar con los amigos o ir a trabajar se convirtiera casi en un vídeo-juego, permitiéndome dejar de lado el engorro del tráfico o del transporte publico. Junto a la increíble ventaja que supone el hecho de aparcar el misa puerta del lugar al que vas.
La relación moto-piloto

Hoy por hoy, sigo viajando en moto porque con el tiempo me di cuenta que la relación moto-piloto, es muy parecida a la que tiene cualquier persona con su mascota. ¿porque iba alguien a tener algo que solo come, caga y muchas veces hace ruido y hay que sacar a pasear?. En ninguno de los dos casos se trata de algo lógico y calculado. Es más bien una cuestión de aprender a cuidar, a mimar y sobretodo a comprender reacciones. En ambos casos se trata de una relación que va más allá de la física para convertirse en algo emocional
El peligro de ir en moto
Viajo en moto porque soy consciente que el peligro inherente en el hecho de ir en moto es lo que desemboca en la sensación de pertenecer a una enorme familia de la que apenas conocemos a unos pocos miembros. Se trata de un grupo donde no se distingue por edad, sexo o clase social. Un grupo unido por la misma afición (la moto) pero capaz de entenderla de mil formas distintas. Ese es el motivo principal por el que encontrarás a una Harley-Davidson y a una Honda GSX saludándose cordialmente al cruzarse un día cualquiera por una carretera cualquiera. Entendemos que el otro corre los mismos peligros que nosotros y valoramos el arrojo demostrado al salir a la jungla de asfalto. Arrojo que, al fin y al cabo, es el mismo que el nuestro.
Las rutinas de la moto
Viajo en moto por la rutina de ponerme el casco y los guantes. La rutina de estirar una pierna, pasarla por encima del asiento y sentir que desde ese momento mi cuerpo y la moto reaccionarán juntos. La rutina de prepararme para circular al descubierto en cualquier clima. Esas rutinas que marcan el inicio de todas ruta, desde la más sencilla que me llevará a mi lugar de trabajo hasta las más largas jornadas que me llevarán a cruzar algún país. Son esas rutinas las que me sumergen en un aprendizaje continuo, pues las condiciones climatológicas, las del trafico o incluso mis propias condiciones internas, son cosas que varían de un día para otro y así me encuentros aprendiendo cada día a adaptarme a ellas.
«viajar lento» vs «llegar rápido»
Viajo en moto porque me ha enseñado a templar mi carácter a base de mostrarme la diferencia entre el riesgo moderado e inevitable que supone llevar una moto y la absurda necesidad de jugarme la vida apurando frenadas en cada curva. He priorizado la tranquilidad ante la prisa y eso me ha llevado a entender que para mi, las palabras “viajar lento” son mucho más importantes que “llegar rápido” es decir he conseguido distinguir entre lo urgente y lo importante y a concentrarme en mis objetivos mientas no pierdo de vista que hay que disfrutar del camino.
Viajes más austeros
Viajo en moto porque combatiendo los elementos adversos he aprendido a relativizar las dificultades del día a día, a que renunciar a la comodidad de un equipaje lleno de “porsiacasos” no es renunciar a un viaje lleno de aventuras, al contrario he cambiado esos excesos de peso por unos viajes más austeros y automáticamente se han convertido en viajes más intensos.
Viajar en primera persona
Viajo en moto porque he descubierto que me encanta sentir el aire en mi cara, el olor de la primavera, los reflejos del sol en el retrovisor. He hallado una pasión en todo eso y no veo el momento de volver sentirlo todo en primera persona. Me apasiona saber que formo parte de ese escenario del que no me separa ningún cristal que reste intensidad a lo que está pasando a mi alrededor.
Conocer gente
Viajo en moto porque me ayuda a romper las barreras invisibles entre los lugareños y yo. En lugares más cercanos, descubres como la comunidad motera nos acercamos unos a otros en gasolineras o paradas diversas para intercambiar 4 palabras y desearnos buenas ruta. Cuando estoy lejos y llego a algún pueblo, por donde han circulan pocas motos, tras los primeros momentos de desconcierto, están encantados de recibir a ese astronauta montado en un hierro. Sobretodo me apasiona ver la reacción de los niños, que tras el temor inicial por el ruido del motor, enseguida pierden la vergüenza y se acercan a tocar la moto o a pedir cualquier cosa.

Viajar para descubrir
Viajo en moto porque resulta una de las mejores maneras de descubrir un territorio ya que me permite detenerme casi en cualquier sitio pues ocupan poco, comparadas con un coche. Y además me permite meterte por casi cualquier camino, llevándome a descubrir algunos paisajes aparentemente escondidos tan solo por estar algo alejados de las rutas más transitadas pero que muchas veces me han ofrecido algunas de las mejores puestas de sol que jamas he vivido.

Pero permíteme un último intento.
Como todos nuestros gustos, aficiones y preferencias, viajar en moto es algo que ha decidido mi corazón y que mi mente trata de justificar con argumentos y por eso, que tras todos esos porqués, sigo sin saber expresar de forma exacta un porque en concreto. Cuesta mucho definir un sentimiento que no sabes de donde ha nacido pero que va creciendo poco a poco hasta convertirse en una forma de entender la vida.
Si tuviera que decantarme por un solo porque, por un solo motivo que englobe todas las sensaciones que acumulo al sentarme al volante, si tan solo pudiera elegir uno, creo que seria este: Viajo en moto porque me gusta… así de simple.